En un giro sorprendente, los países del sur de Europa, que hace no mucho eran considerados los «países problemáticos» de la eurozona, emergen ahora como posibles impulsores del crecimiento económico. El Primer Ministro español, Pedro Sánchez, expresó esta nueva realidad en el Foro Económico Mundial de Davos, destacando el potencial del sur para aportar soluciones a los desafíos comunes, especialmente en el ámbito de la energía limpia.
Mientras la economía de la eurozona se estanca, con un crecimiento del PIB del 0% en el último trimestre de 2024, la debilidad persistente de Alemania, la mayor economía europea, es señalada como la principal causa. Alemania experimentó una contracción del 0,2% en su PIB durante el mismo período, lo que ha llevado a expertos a cuestionar su papel como locomotora económica de la región.
Sin embargo, la pregunta clave es si los países del sur pueden asumir este rol. Economistas como Gabriel Felbermayr del Instituto Austriaco de Investigación Económica (WIFO) se muestran escépticos, argumentando que su tamaño económico es insuficiente para compensar la influencia de Alemania y Francia, que en conjunto representan más del 50% del PIB de la eurozona.
¿Qué ha impulsado el crecimiento en el sur?
Hans-Werner Sinn, ex director del Instituto Ifo de Múnich, señala que tanto factores externos como decisiones políticas han jugado un papel. La crisis energética, exacerbada por la guerra en Ucrania y la dependencia de combustibles fósiles, ha afectado especialmente a Alemania. Además, critica el abandono de los combustibles fósiles en favor de fuentes de energía verdes, lo que ha resultado en los precios de electricidad más altos del mundo.
Los países del sur, por otro lado, se benefician de su ubicación geográfica y de una menor dependencia de la industria. El turismo y la agricultura juegan un papel más importante en sus economías, lo que los hace menos vulnerables a las fluctuaciones de los precios de la energía y a los desafíos de la descarbonización.
Además, desde 2010, los países del sur han mantenido tasas de inflación más bajas que los del norte, lo que ha mejorado su competitividad. Los esfuerzos de reforma implementados tras la crisis de la deuda del euro han comenzado a dar sus frutos, especialmente en Grecia, España y Portugal.
A pesar de estas tendencias, la Comisión de la UE prevé una ligera recuperación económica en la eurozona, con un crecimiento del 1,3% en 2025. Se espera que el Banco Central Europeo, ante la inminente baja de los tipos de interés, tome medidas adicionales para impulsar la economía.