La disputa por la influencia en Panamá entre Estados Unidos y China ha alcanzado nuevos niveles de tensión tras las polémicas declaraciones del expresidente Donald Trump sobre el Canal de Panamá, desencadenando una crisis diplomática que pone a prueba las relaciones trilaterales.
El presidente panameño José Raúl Mulino respondió con firmeza a las sugerencias de Trump sobre una posible intervención en el Canal, declarando que «cada metro cuadrado del canal de Panamá y su zona adyacente es de Panamá y lo seguirá siendo». Su postura ha recibido el respaldo inmediato de líderes regionales, incluyendo a la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum y el presidente colombiano Gustavo Petro.
La controversia surge en un momento crítico, cuando la presencia china en Panamá se ha intensificado significativamente desde 2017. Beijing ha desplegado una estrategia integral que incluye inversiones multimillonarias en infraestructura, como una línea ferroviaria de alta velocidad y un cuarto puente sobre el Canal, valorado en 1,4 mil millones de dólares.
Ante este panorama, Washington ha intensificado sus esfuerzos diplomáticos y económicos para contrarrestar la creciente influencia china. Sin embargo, expertos como el ex embajador estadounidense John Feeley señalan que Estados Unidos necesita una estrategia más proactiva en la región, especialmente en proyectos de infraestructura.
La Autoridad del Canal de Panamá, que ha invertido más de 5 mil millones de dólares en modernización desde 1999, mantiene su posición de neutralidad como principio fundamental. Esta postura resulta crucial mientras Panamá navega las complejas aguas de la competencia entre las dos potencias mundiales.
La situación actual representa un desafío significativo para la política exterior panameña, que busca mantener su autonomía mientras aprovecha las oportunidades económicas que ofrecen ambas potencias. El resultado de esta disputa geopolítica podría redefinir el equilibrio de poder en América Latina.