Un reciente estudio noruego de 2024 confirma que la escritura manuscrita estimula áreas del cerebro fundamentales para el aprendizaje y la memoria, mientras expertos advierten sobre el deterioro de esta habilidad milenaria en la era digital.
En un mundo donde el teclado y la pantalla táctil dominan nuestra forma de comunicarnos, la escritura a mano se convierte cada vez más en una habilidad relegada a pequeñas notas o listas de compras. Sin embargo, la ciencia comienza a confirmar lo que muchos educadores han sospechado: abandonar el bolígrafo podría afectar nuestra capacidad de aprendizaje.
El cerebro se activa más cuando escribimos a mano
Investigadores noruegos han descubierto que la escritura manuscrita aumenta significativamente la actividad cerebral en las regiones asociadas con el aprendizaje. El estudio, publicado en 2024, revela una mayor interacción entre las áreas cerebrales responsables de la memoria y el procesamiento de información motora y visual cuando escribimos a mano en comparación con el uso de dispositivos digitales.
«Al escribir, el cerebro compara constantemente la escritura resultante con modelos aprendidos de letras y palabras, ajustando la posición del dedo en tiempo real», explica el informe. Esta coordinación precisa entre procesos visuales y motores crea conexiones neuronales más fuertes que favorecen la retención de información.
Una tendencia preocupante en las escuelas
La Asociación Alemana para la Educación y la Formación ha estado advirtiendo durante años sobre el deterioro de la caligrafía y el aumento de déficits en habilidades motoras entre los escolares. Según el «Estudio sobre el desarrollo, los problemas y las intervenciones en la escritura a mano» (STEP 2022), cada vez más niños tienen dificultades para escribir de forma legible y rápida.
Los confinamientos y la educación a distancia durante la pandemia de COVID-19 agravaron esta tendencia, alejando aún más a los estudiantes de la práctica regular de la escritura manuscrita.
Más lento pero más efectivo para el aprendizaje
Aunque escribir a mano es indudablemente más lento que teclear, esta «desventaja» podría ser precisamente su mayor virtud. La lentitud natural del proceso obliga al cerebro a procesar la información de forma más intensiva.
«Resumimos mejor lo que hemos oído, resaltamos palabras clave, establecemos conexiones con flechas o marcadores; en general, nos implicamos más intensivamente con el contenido y, por tanto, lo recordamos durante más tiempo», señala el estudio.
Una habilidad milenaria en riesgo
La escritura a mano es una de las técnicas culturales más importantes desarrolladas por la humanidad. Con una historia que se remonta a 5.000-6.000 años, cuando los sumerios desarrollaron la escritura cuneiforme en el actual Irak, esta habilidad ha sido fundamental para el registro y transmisión del conocimiento humano.
A pesar de su importancia histórica, la democratización de la escritura es relativamente reciente. En 1820, solo el 12% de la población mundial sabía leer y escribir. Hoy, según la UNESCO, esta cifra se ha invertido: aproximadamente el 87% de la población mundial es alfabetizada, aunque persisten importantes desigualdades geográficas y de género.
Mientras los dispositivos digitales continúan facilitando nuestra comunicación diaria, los expertos sugieren no abandonar completamente el bolígrafo, especialmente cuando se trata de procesos de aprendizaje que requieren una comprensión profunda y retención a largo plazo.