sábado , octubre 18 2025
De la Hipocresía Social, al Ring de Dignidad y el Respeto a la Mujer

De la Hipocresía Social, al Ring de Dignidad y el Respeto a la Mujer

No fue una pelea. Fue un ¡BASTA! con los puños llenos de razones.

Por Impacto Panamá Noticias


Panamá entera vio los golpes. Lo que no todos vieron —o prefirieron ignorar— fue la acumulación de desprecio, burla y violencia verbal que venía arrastrando el Diputado Betserai Richards contra varias mujeres de la Asamblea Nacional.

Y entonces, cuando un colonense con palabra fuerte y espíritu de calle como Jairo “Bolota” Salazar se levanta, le pone freno, y le da un par de trompadas simbólicas al irrespeto, salen los mismos hipócritas de siempre a escandalizarse.

¡Por favor!

Aquí nadie aplaude la violencia como forma de política, pero tampoco vamos a ser parte del teatro hipócrita que condena al que reacciona, pero protege al que provoca. En un país donde las mujeres son acosadas, descalificadas, e invisibilizadas a diario —incluso dentro del órgano legislativo—, la reacción de Bolota fue el equivalente a una alarma que suena cuando ya la casa huele a humo.

Y sí, suena fuerte. Pero era necesaria.

Este no es un editorial para justificar trompadas. Es un editorial para desenmascarar la doble moral de un sistema donde un diputado puede insultar a una colega, ningunear a una asesora, soltar frases misóginas frente a todos, y seguir caminando como si nada. Pero si otro diputado reacciona con la sangre hirviendo, entonces todos se llevan las manos a la cabeza y gritan: “¡Qué escándalo!”

¿Escándalo? El verdadero escándalo es el silencio institucional frente al irrespeto constante a las mujeres. El verdadero escándalo es que se tolere al arrogante de verbo fácil, pero se apunte con el dedo al que viene del barrio y actúa con el corazón.

Porque eso fue Bolota ayer: barrio en su estado más puro, con principios, con lealtad, con códigos no escritos que dicen que a una mujer no se le humilla jamás.

Y cuando alguien los rompe, se enfrenta las consecuencias.

Quizás al país le hace falta más Bolotas y menos “señores honorables” que en privado se burlan, acosan o manipulan, pero en público sonríen como si fueran ejemplos de civismo.

Nos quieren vender que el orden y el protocolo son lo importante. Que los trajes y las palabras finas son señal de educación. Pero ¿de qué sirve todo eso si no hay humanidad, si no hay empatía, si no hay un mínimo de respeto hacia las mujeres?

Ayer en la Asamblea no hubo solo una pelea. Hubo un punto de quiebre.

Y en medio del escándalo, se gritó una verdad incómodasi no se actúa con firmeza frente al irrespeto, entonces el respeto se perderá por completo.

Jairo Salazar no perdió el control. Lo usó para marcar un límite.

Y muchos, en silencio, lo entienden y lo agradecen.

Que no nos vengan ahora con moralinas ni discursos preparados. Que nadie pretenda darnos clases de civismo mientras callan ante el machismo descarado.

Porque si hay algo que Panamá necesita, es menos protocolo y más coherencia.

Y cuando esa coherencia viene en forma de puño, lo que duele no es el golpe, es la verdad detrás de él.

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