En un movimiento que intensifica aún más la tensión en la región, Estados Unidos ha desplegado su mayor portaaviones, el USS Gerald R. Ford, en el Mar Caribe. Esta acción, anunciada por el Pentágono, se enmarca en una estrategia para reforzar la lucha contra el narcotráfico en América Latina, pero coincide con un aumento significativo de las tensiones con el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.
Según Sean Parnell, portavoz del Pentágono, el despliegue responde a una directiva presidencial y tiene como objetivo «desmantelar las Organizaciones Criminales Transnacionales (TCOs) y contrarrestar el narcoterrorismo». La presencia incrementada de las fuerzas estadounidenses en la zona, bajo la jurisdicción del Comando Sur de Estados Unidos (USSOUTHCOM), busca mejorar la capacidad del país para detectar, monitorear e interrumpir actividades ilícitas que amenazan la seguridad y estabilidad tanto de Estados Unidos como del hemisferio occidental.
El USS Gerald R. Ford y su grupo de ataque se unen a un contingente ya desplegado en el Caribe desde septiembre, que incluye buques de asalto anfibio, aviones de combate F-35B, aeronaves de patrulla P-8 y drones MQ-9, operando desde una base en Puerto Rico. Este despliegue masivo evidencia la seriedad con la que Washington está tomando la situación en la región.
En las últimas semanas, las fuerzas estadounidenses han intensificado sus operaciones contra presuntos narcotraficantes, destruyendo varias embarcaciones tanto en el Caribe como en el Pacífico. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, informó sobre la destrucción de otra lancha en el Caribe, supuestamente operada por la banda venezolana Tren de Aragua, con un saldo de seis fallecidos, calificados como «narcoterroristas». Hegseth advirtió que Estados Unidos tratará a los narcoterroristas como a Al Qaeda, rastreando y neutralizando sus redes.
La situación con Venezuela es particularmente delicada. El gobierno de Donald Trump ha sido abiertamente crítico con el régimen de Maduro, acusándolo de encabezar un cartel de drogas. Maduro, por su parte, denuncia que Washington busca provocar un «cambio de régimen» a través de ataques encubiertos.
En respuesta al despliegue estadounidense, Nicolás Maduro anunció el despliegue de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), cuerpos policiales y milicianos a lo largo de las costas venezolanas, en el marco de ejercicios militares de 72 horas. El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, enfatizó la importancia de la coordinación y preparación ante el despliegue naval estadounidense.
La tensión escaló aún más después de que Trump insinuara la posibilidad de expandir la campaña militar contra el narcotráfico a operaciones terrestres. «La tierra será lo siguiente», declaró, reforzando la determinación de su administración en la lucha contra el tráfico de drogas.
Además del despliegue naval, un bombardero B-1B sobrevoló el Caribe cerca de la costa venezolana, precedido por una exhibición de fuerza con bombardeos B-52 la semana anterior, acciones reportadas por el comando militar estadounidense como parte de una misión de disuasión y entrenamiento.
El gobierno de Brasil ha expresado su preocupación por la escalada de tensión, advirtiendo que una intervención militar en Venezuela podría fomentar el resentimiento y la radicalización política en todo el continente. Celso Amorim, asesor principal en política exterior de la presidencia de Lula da Silva, hizo un llamado a la prudencia y al diálogo para evitar una mayor desestabilización en la región. La comunidad internacional observa con atención la evolución de los acontecimientos en el Caribe, ante el riesgo de un conflicto mayor entre Estados Unidos y Venezuela.
IMPACTO PANAMÁ