En la política panameña, los símbolos dicen tanto como los discursos. Y pocos símbolos pesan tanto como el sombrero de Jorge Herrera, actual Presidente de la Asamblea Nacional. Un accesorio que, más allá de su identidad Interiorana, parece haberse convertido en una metáfora perfecta de su ambición: usar más sombreros de los que una cabeza puede sostener.
Del liderazgo legislativo al juego partidario
Desde su llegada a la presidencia de la Asamblea, Herrera ha intentado proyectar una imagen de equilibrio, diálogo y cercanía con el ciudadano común. Sin embargo, detrás de la fachada de consenso, se mueve un tablero político con piezas que revelan una estrategia más profunda: asegurar el control del Partido Panameñista y, eventualmente, abrir el camino hacia una candidatura presidencial en 2029.
En los corrillos políticos ya se comenta su intención de reconstruir la estructura panameñista desde las bases, capitalizando la nostalgia de la era Varela y la ausencia de una figura fuerte que encarne la visión del partido. Herrera ha entendido que, en un país sediento de liderazgo y desencantado con los extremos, el centro político vuelve a ser rentable.
Un hombre de consensos… o de cálculo
Sus detractores lo describen como un político hábil, más preocupado por las alianzas estratégicas que por la coherencia ideológica. Sus defensores, en cambio, lo presentan como un líder pragmático capaz de tender puentes donde otros solo levantan muros.
Pero hay una pregunta que no se puede evitar: ¿hasta qué punto se puede servir al país mientras se construye, en paralelo, un proyecto personal? Herrera parece decidido a demostrar que se puede hacer ambas cosas, aunque la historia reciente de Panamá muestra que quien intenta gobernar con un ojo en la Asamblea y otro en el Palacio de las Garzas, termina bizco de poder.
El Panameñismo y el espejismo del liderazgo
El Panameñismo vive hoy una crisis de identidad. Su base tradicional, golpeada por el desgaste del pasado y la fragmentación actual, busca un nuevo rostro que recupere su mística. Jorge Herrera, consciente de ello, ha sabido aprovechar su momento: la visibilidad que da la Asamblea es un trampolín que pocos políticos desaprovechan.
Pero el riesgo está ahí: ¿es Herrera el salvador del Panameñismo o simplemente otro político que entiende el poder como una escalera, no como un servicio? El tiempo y la historia lo dirán. Por ahora, el presidente de la Asamblea parece decidido a probarse todos los sombreros posibles —y quién sabe— tal vez a medir la talla del que se usa en la Presidencia de la República.
Conclusión
Jorge Herrera podría convertirse en una figura clave del nuevo tablero político panameño o en un recordatorio más de que en política, la ambición sin límites suele ser el principio del fin.
El país observa. Y mientras tanto, su sombrero sigue girando… buscando una cabeza que lo sostenga con firmeza y visión.