En una decisión que ha generado controversia y preocupación en la comunidad internacional, el gobierno de Estados Unidos, bajo la administración del presidente Donald Trump, ha anunciado formalmente su retiro de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). La salida oficial del país está programada para el 31 de diciembre de 2026.
La portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, justificó la decisión argumentando que la membresía en la UNESCO no redunda en los intereses nacionales de Estados Unidos. En un comunicado, Bruce describió a la UNESCO como una entidad que «promueve causas sociales y culturales divisivas» y que se centra excesivamente en los objetivos de sostenibilidad de la ONU, a los que calificó como una «agenda ideológica globalista».
Una de las principales objeciones del gobierno estadounidense radica en la admisión del «Estado de Palestina» como miembro pleno de la UNESCO. Según Bruce, esta decisión es «altamente problemática, contraria a la política de Estados Unidos y contribuyó a la proliferación de retórica antiisraelí dentro de la organización».
La directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay, lamentó profundamente la decisión de Estados Unidos, aunque reconoció que la organización estaba preparada para esta eventualidad, incluso a nivel presupuestario. «Aunque lamentable, este anuncio era previsible y la UNESCO se ha preparado para ello», señaló Azoulay en un comunicado.
Esta no es la primera vez que Estados Unidos se retira de la UNESCO. En la década de 1980, el presidente Ronald Reagan tomó la misma medida, alegando que la agencia era corrupta y prosoviética. Estados Unidos regresó a la UNESCO durante la presidencia de George W. Bush (2001-2009).
La UNESCO, cuya misión es promover la educación, la cooperación científica y la comprensión cultural, supervisa una lista de sitios del patrimonio que tiene como objetivo preservar joyas únicas ambientales y arquitectónicas en todo el mundo. Entre estos sitios se encuentran la Gran Barrera de Coral en Australia, el Serengeti en Tanzania, la Acrópolis de Atenas y las Pirámides de Egipto.
La retirada de la UNESCO se suma a una serie de decisiones de la administración Trump de desvincular a Estados Unidos de varios organismos internacionales bajo el lema «America First». Entre estos se encuentran el Acuerdo de París sobre el cambio climático, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
Además, la administración Trump detuvo la financiación estadounidense para la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), calificándola de «antisemita y antiisraelí». También se implementaron recortes financieros y de personal a la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), lo que afectó a numerosos programas de salud, educación y control de epidemias en más de 120 países.
En materia de salud, el secretario de Salud de EE. UU., Robert F. Kennedy Jr., anunció que su país dejaría de apoyar económicamente a la alianza de vacunación Gavi hasta que el ente «recupere la confianza pública».
Aunque Estados Unidos no ha abandonado formalmente la Organización Mundial del Comercio (OMC), ha amenazado reiteradamente con hacerlo, ya que Trump considera que su estructura favorece a otros países frente a los intereses económicos de Estados Unidos. Estas amenazas, junto con una agresiva política de aranceles, se utilizan como herramienta para replantear las reglas del comercio mundial.
La decisión de retirarse de la UNESCO refleja la política de la administración Trump de priorizar los intereses nacionales y cuestionar el papel de Estados Unidos en los organismos internacionales, generando un debate sobre el futuro del multilateralismo y la cooperación global.