IMPACTO PANAMÁ
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En un intento por frenar la profunda crisis económica y la inflación que asfixia a la isla, el régimen cubano anunció la implementación de una nueva tasa de cambio flotante. Esta medida está dirigida específicamente a los exportadores y busca incentivar la entrada de divisas extranjeras al país, marcando un alejamiento del control cambiario rígido que ha predominado por décadas.
El fin del inmovilismo cambiario
La medida, anunciada por las autoridades económicas del país, permite que las empresas estatales y los nuevos actores económicos (como las MiPyMEs) que exportan bienes y servicios, operen con una tasa de cambio que se ajustará según las dinámicas del mercado. Hasta ahora, la brecha entre la tasa oficial fija y el mercado informal ha generado distorsiones masivas que desincentivan la producción nacional.
¿Qué busca el régimen con esta medida?
El objetivo principal es reactivar una economía que ha sufrido una contracción severa debido a:
- La escasez de divisas: Vitales para la importación de alimentos y combustible.
- La inflación galopante: Que ha mermado el poder adquisitivo del cubano común.
- El déficit fiscal: Un problema estructural que el gobierno intenta mitigar mediante una recaudación más eficiente de moneda extranjera.
Un escenario de incertidumbre
Aunque el anuncio es visto por algunos analistas como un paso hacia la «flexibilización», otros advierten que la efectividad de una tasa flotante dependerá de la oferta real de divisas y de la confianza de los inversores. Sin una reforma estructural profunda y un aumento real de la producción, existe el riesgo de que la tasa flotante simplemente acelere la devaluación del peso cubano (CUP).
Esta decisión se produce en un contexto de creciente descontento social y una crisis energética persistente que ha paralizado gran parte de la industria del país.
