En un mundo donde la sombra de una guerra nuclear se cierne sobre conflictos internacionales, América Latina se erige como un ejemplo de paz y desarme. Desde 1967, la región se convirtió en la primera zona densamente poblada del planeta en declararse libre de armas nucleares, un logro fruto de intensos esfuerzos diplomáticos y una visión compartida de un futuro sin la amenaza atómica.
El Tratado de Tlatelolco, firmado en la Ciudad de México, fue la piedra angular de este acuerdo. Sin embargo, el camino hacia la desnuclearización no estuvo exento de obstáculos. Brasil y Argentina, dos potencias regionales, mantuvieron una postura ambigua durante años, defendiendo su derecho a explorar la energía nuclear con fines pacíficos, lo que generó desconfianza y rivalidades.
Orígenes del Ideal de Desnuclearización
La semilla de la desnuclearización se plantó en los años 50, impulsada por la ausencia de conflictos importantes entre los países latinoamericanos y la falta de desarrollo de armas nucleares en la región. Ryan Musto, del Instituto Global de Investigación (GRI), destaca el interés inicial de Costa Rica y Brasil en evitar el derroche de recursos en armamento.
La Crisis de los Misiles en Cuba, en 1962, actuó como catalizador, intensificando el temor a una confrontación nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Brasil propuso la idea de la desnuclearización, pero tras el golpe militar de 1964, su postura se tornó más cautelosa, argumentando la necesidad de realizar pruebas nucleares con fines pacíficos.
México toma la iniciativa
Ante la ambigüedad brasileña, México asumió el liderazgo, impulsando activamente el Tratado de Tlatelolco. Este esfuerzo valió al entonces canciller mexicano, Alfonso García Robles, el Premio Nobel de la Paz en 1982.
Rivalidades y Reticencias
La desconfianza mutua entre Brasil y Argentina fue un factor clave en la reticencia inicial de ambos países a comprometerse plenamente con el tratado. Argentina, bajo el gobierno de Juan Domingo Perón, invirtió en desarrollos nucleares buscando la autonomía energética. Esta competencia impulsó a Brasil a desarrollar el complejo de Angra.
Francia también mostró resistencia, negándose a incluir sus territorios de ultramar en América Latina dentro del tratado, manteniendo su política nuclearizada bajo el gobierno de Charles De Gaulle.
Ratificación Tardía y Legado Duradero
Brasil y Argentina finalmente ratificaron el Tratado de Tlatelolco en 1994, tras sus transiciones democráticas. A pesar de generar tensiones diplomáticas y desconfianza internacional, el tratado no detuvo el desarrollo nuclear argentino.
El Tratado de Tlatelolco es reconocido como un precedente innovador que allanó el camino para acuerdos similares en otras regiones del mundo. El Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe (Opanal) se creó para supervisar el cumplimiento del tratado, aunque su papel ha sido discreto.
La Guerra de las Malvinas: Una Prueba para el Tratado
En 1982, la Guerra de las Malvinas puso a prueba el Tratado de Tlatelolco. Argentina acusó al Reino Unido de violar la zona desnuclearizada al desplegar submarinos de propulsión nuclear y buques con armamento atómico. Opanal expresó su preocupación por el uso de submarinos nucleares en la región, aunque su capacidad de sanción era limitada.
Este incidente demostró que los desafíos a los tratados de no proliferación pueden surgir en cualquier parte del mundo, subrayando la importancia de la vigilancia y la cooperación internacional para mantener la paz y la seguridad global.